Antes de comenzar la entrevista, nuestros periodistas le contaron a Facundo qué era La otra mirada, quiénes formaban parte del diario y por qué lo hacíamos.
FACUNDO: Me parece que está buenísimo. Para poder dar información hace falta una mirada, por eso me gusta mucho el nombre del diario, La otra mirada. El hecho de que ustedes sean jóvenes y tengan esta inquietud, es lo más rico que les puede pasar, y es lo más rico que nos puede pasar a todos. Hay gente del otro lado que va a ver que hay jóvenes que no están en lo que hoy se ve en todos los medios: que no están agarrándose a trompadas, que no están robando, que no están matando, no. Están educándose, y al mismo tiempo se están ocupando de mostrar un punto de vista, que tiene un criterio, que tiene un concepto.
LOM: La primera pregunta es: ¿a qué edad empezaste a trabajar y cuál fue tu primer trabajo?
FACUNDO: Empecé a trabajar ni bien dejé el colegio. Lo estaba terminando con un problema de salud que había tenido justo en el último año del bachillerato. Una vez que estuve recuperado, parte de la terapia de la recuperación era dejarlo atrás yendo a una universidad, o a un terciario, o a un trabajo. Entonces empecé a estudiar diseño gráfico y empecé a trabajar para poder tener mi plata. Mi primer trabajo fue como cadete en un lugar que se llamaba Bussiness bureau, que todavía existe, que en ese momento era una empresa que recién arrancaba, y hoy no sabés lo que es… Lo importante, para mí, es agarrar rápidamente un trabajo que te saque de la cabeza la idea de que vas al colegio y tenés un tipo de vida. Ahora tenés otro tipo de vida, terminaste el colegio, y tenés que trabajar, además de estudiar. Eso te empieza a generar la cultura del trabajo. En ese momento yo no lo veía así, para mí era un garrón tener que trabajar, pero con los años me doy cuenta de que me vino muy bien.
Mi primer trabajo en lo actoral lo hice unos años después en el año 93. Estaba estudiando con Betiana Blum y me mandaron a un casting en Canal 13, que era como lo que son ahora los castings de Operación Triunfo: pruebas, y pruebas, y pruebas. Todavía voy a Canal 13 y está el estudio donde hice todos esos castings, me sigo cruzando con los productores que en ese momento recién arrancaban y hoy son productores generales.
LOM: ¿Qué te motivó para ir a tu primer casting y cómo te sentiste?
FACUNDO: Fue muy loco mi acercamiento a la actuación, en primer lugar. Tenía un íntimo amigo que murió después, que se llamaba Cali. Era el único amigo que yo tenía, y me vino a contar un día que estaba estudiando teatro. Yo dije: “¿estudiando qué?” Teníamos quince años. Me dijo: “Teatro, y está buenísimo, no sabés lo que es, tenés que venir a ver lo que es una clase de teatro”. Para mí no existía un mundo de la actuación en el que se pudiera ingresar. Para mí ibas al teatro y había gente que había nacido para eso. Me insistía tanto con el teatro que dos meses después dije “vamos a ver de qué se trata”. El día que entré no lo pude creer. Nunca más me fui.
Empecé a estudiar teatro y llegamos al primer casting. ¿Qué me motivó? Me encantaba, me encanta, y era un estilo de vida que yo había elegido. Cuando sos chico, no se puede ver para adelante. Para adelante, vos siempre tenés una página en blanco, esa página en blanco te da muchas inseguridades, porque si no tenés una vocación definida, podés ser cualquier cosa, podés ser lo que vos elijas. Es una página en blanco que a mí me dio mucho vértigo en su momento, porque a mí me gustaba todo. Acá lo que les diría es que no hay que asustarse. Tengo experiencia para decirles que es absolutamente normal y que no hay que tener susto, porque uno es lo que uno tiene que ser. Vas a estar diciendo “no sé” mucho tiempo, pero lo importante es que no te quedes quieto en el “no sé”, porque cuando te quedás quieto dejás de ser competitivo con vos mismo. Hay que ser muy competitivo con uno, no flagelarse, pero ser competitivo. Después podés empezar medicina y decidir que en realidad lo que quisiste siempre es manejar un taxi, e ir y manejar tu taxi. Lo importante es no quedarse quieto, porque de última estás aprendiendo cosas que en algún momento de la vida te sirven.
LOM: ¿Te acordás cuál fue tu primera novela?
FACUNDO: Sí, mi primer trabajo fue Canto Rodado, en el año 93. No pueden pensar ni decir que todavía no habían nacido (risas). Fue impresionante, porque fue saltar al vacío: despertarme un día, ir, trabajar. Me acuerdo de mi primera escena. Entraba en un estudio donde había un piano y estaba Porchetto tocando blues. Yo entraba con mi saxo, nos mirábamos, y nos poníamos a tocar juntos. Canto Rodado. Duró cuatro meses y la levantaron por falta de rating con 13 puntos. En ese casting éramos 3500, había bailarines del Colón. Yo tocaba el saxo en el subte, en esa época y decía: “¿qué estoy haciendo acá?”. Pero no. Estaban buscando un saxofonista. Y había dos saxofonistas: uno y yo. Y este uno sabía tocar nada más que la Pantera Rosa , y desafinada. Yo tocaba hacía un año en el subte. Fijate cómo por ir a hacer algo y no quedarme quieto… De hecho, el autor de la novela que yo iba a hacer, tomaba todos los días el subte y bajaba en la línea D en Santa Fe y Pueyrredón, donde yo tocaba. Le habían encargado que escribiera una novela para jóvenes, y, cuando me vio tocando, se dijo “voy a escribir sobre una escuela de arte donde hay un chico rubio que toca el saxo en el subte…”. Y justo yo me fui a presentar al casting. Se llamaba Lito Espinosa. Por eso digo: no hay casualidades si uno no se queda quieto. Casualidad es que uno esté en tu casa, no se haya movido, suene el teléfono y le digan: “mire, el señor Rockefeller le quiere donar toda su plata”. Si vos no te quedás quieto no hay casualidades.
FACUNDO: Todo. Que le podés poner una sonrisa a mucha gente al mismo tiempo, y me gusta que la vida de nadie dependa de tu buen o mal desempeño. Yo quería ser médico pediatra. Fui a ver a un médico amigo y le dije: “quiero ser pediatra, porque quiero curar a los chicos. Yo tuve la enfermedad…”. Y me dijo: “¿y cuando no los puedas curar?”. Entonces, algo que me gusta mucho de mi carrera es que no depende la vida de nadie de mi trabajo. Yo lo único que hago es contar historias. Es un trabajo muy lindo, dependiendo de lo que cuento, informo, hago reír, hago llorar, emociono. Ese es el mejor trabajo del mundo, para mí. Además, es lo que empezás haciendo cuando sos chico. Es solamente profesionalizar lo primero que te acordás, que es jugar: jugás a esto, jugás a aquello. A veces hago de policía, otras veces hago de empresario fóbico. Otras veces hago de justiciero que rescata mujeres robadas.
LOM: Si no fueras actor, ¿qué te gustaría hacer?
FACUNDO: ¿Están preparados? No creo que lo pueda hacer, pero me gustaría ser campeón mundial de surf o estar entre los diez mejores, para recorrer el mundo con una tabla de surf y estar en las mejores playas del mundo. Me gustaría ser escalador y hacer documentales escalando. Me gustaría ser dibujante de historietas. Me gustaría ser escritor y me hubiera gustado mucho ser abogado nada más que para serlo, nada más que para decir “lo hice”, porque mi padre era abogado. Me gustaría ser expedicionario y me gustaría ser bombero.
LOM: (Risas) Es lo que cualquier chico quiere ser de chico. Bombero o policía.
FACUNDO: Pero con la profesión me doy el lujo de hacerlas todas. En 099, que es una novela de hace 10 años era el policía que todos quieren tener en la vereda.
LOM: Estuvimos leyendo tu biografía, y sabíamos que tocabas el saxo. ¿Te acordás cuándo aprendiste a tocar?
FACUNDO: La primera vez que escuché un saxo y lo individualicé y me di cuenta de que me gustaba fue a los trece años. Estábamos con mi papá en su Peugeot blanco. Mi papá no escucha música. Le pregunté si podía prender la radio, nada más que por el ánimo de tocar los botones. Puse y estaban pasando un tema, que tenía un solo de saxo bien meloso – eran los `80. Dije: “¿eso qué es?”. “Es un saxofón”. No sé cómo supo él que era un saxofón porque nunca me imaginé que mi viejo supiera qué era un saxofón. Y de ahí en más no paré. A los quince lo convencí a mi papá de que me dejara tomar clases de saxo. Cuando vi el saxo por primera vez me enamoré, me volví loco. Y no quería otra cosa que tocar el saxo. No se podía comprar un saxofón, son instrumentos caros, y mi viejo tenía miedo de que fuera un capricho. Entonces, tuve que esperar hasta los 18 para poder tenerlo y cuando lo tuve no paré de tocar nunca más por muchos años.
LOM: De todos tus papeles, ¿con alguno te sentiste más identificado?
FACUNDO: En realidad, los papeles son más identificaciones con mis alter ego que conmigo. El alter ego es lo que uno quisiera ser. Todos mis personajes tienen cosas que yo deseo potenciadas. Todos son proyecciones de cosas muy heroicas: Yago, Padre Coraje, el policía de 099 Central.
LOM: ¿Qué sentís cuando participás de una novela tan cargada de emociones y enseñanzas como lo fue Vidas Robadas?
FACUNDO: Una responsabilidad muy grande. Para hacer Vidas Robadas, no solo investigamos mucho en todo lo que tenía que ver con redes de trata y la trata de personas, sino que además nos sentamos a tener entrevistas con Susana Trimarco, que hoy es el emblema de lo que es la lucha contra la trata. Susana Trimarco perdió a su hija por la trata. Hasta ese momento no se hablaba de la trata de personas acá, y ella empezó a mover cielo y tierra, y hoy en día se habla de la trata de personas y sale en los diarios y es un tema que a todo el mundo le resulta conocido, en parte porque hubo una ficción que contó esto. Esa ficción fue Vidas Robadas, contó de qué se trata la trata de personas. Le abrió los ojos a la sociedad, para que, cuando se habla de trata de personas, no sea una cosa que puede pasar afuera a 500 km. A veinte cuadras de la casa de cualquiera de nosotros hay un burdel que tiene chicas que están contra su voluntad ahí y están siendo prostituidas. Es un horror, es un espanto, pero es algo que existe. Para que estas cosas pasen hay gente que se calla la boca. Eso es lo grave.
LOM: ¿Qué se siente ser reconocido por el público argentino?
FACUNDO: Es muy gracioso, y muy lindo. Yo toda la vida fui un tipo muy tímido. Y la profesión me ayudó a romper el hielo con todo el mundo. Básicamente, es la comodidad de poder saludarte con todo el mundo, y que nadie te mire con desconfianza.
LOM: ¿Qué te impulsa a ser solidario?
FACUNDO: La cuestión de la solidaridad viene de la mano del reconocimiento, del ser conocido. Si vos no usás eso que es ser conocido para algo que sirva para el bien común, corrés el riesgo de que el día de mañana, cuando seas más grande y tengas más experiencia y mires para atrás, te des cuenta de que te perdiste la oportunidad de hacer algo importante, o algo que sirva para el bien común. Yo me sentiría muy mal si me diera cuenta de que no usé los mejores años de mi vida, cuando más reconocido era para hacer algo que sirva, para levantar una bandera que diga algo que tiene que ser dicho, para ser voz de alguien que no es escuchado. Para eso me sirvió la popularidad. Es otra de las cosas que me encanta de la popularidad, que podés usarla para replicar y multiplicar cosas. Al tejer la solidaridad con la popularidad, si es absolutamente desinteresado, tenés la mejor tela que puedas haber tejido, no se teje mejor tela. Pero tiene que ser desinteresado, si no, tiene olor a podrido, y se nota.
LOM: ¿Qué proyectos solidarios tuviste para este año y para el próximo?
FACUNDO: Para este año, “Donar sangre salva vidas”. En la Argentina hay muy pocos donantes de sangre. Yo me entero de esto en Fundaleu, de donde fui paciente. Yo visitaba gente en Fundaleu y veía la cantidad de donantes de sangre que pedían, y lo que costaba conseguirlos. Me puse a estudiar sobre el tema y llegué mucho más allá. El 9 de noviembre de 1914 se hizo la primer transfusión de sangre citratada de todo el mundo. La sangre citratada era sangre que sacaban a un paciente, trataban en un tacho con citrato de sodio y se la transfundían a otra persona. Era un descubrimiento que revolucionó la medicina, y que desde ese momento hasta hoy salvó millones de vidas. El descubrimiento lo hizo Luis Agote, médico argentino, y lo hizo en el Hospital Rawson. Es un descubrimiento argentino. Es de una importancia tan grande, comparable, y lo digo sin miedo, a las hazañas de San Martín. Entonces dije: “¿cómo puede ser que en un país donde somos creadores de la transfusión de sangre tengamos tan pocos donantes voluntarios de sangre?” Porque la gente no sabe que ese invento es argentino.
Me puse en campaña con esto, y entonces pensé en mostrar una bandera en distintos lugares. La primera vez, hice una bandera grande y me fui a Mar del Plata, y me descolgué de un edificio de un hotel que está frente a la playa, con la bandera. Después salté de un helicóptero, después me fui a dar vueltas por el país para poner la bandera con distintos fondos, fui al Aconcagua, a distintos lugares. Subió la cantidad de donantes.
LOM: ¿Qué relación tenés con el barrio de Mariló?
FACUNDO: Mi vida entera. El barrio Mariló hoy es un barrio. Yo lo vi siendo estancias. De Galileo Galilei para el lado del Reconquista era todo campo. Yo lo caminé. Era campo loteado por manzanas, pero en las manzanas no había nada: nada de nada de nada. Eran caminos de tierra enormes, largos. Nosotros nos íbamos a cazar allá. Había liebres y perdices. Cazábamos con escopeta y con boleadoras. Llegábamos hasta el Reconquista, donde en ese momento había tortugas de agua. Estoy hablando de cuando yo tenía cinco años, en el 76, o el 77. ¿Qué relación tengo con Mariló? Soy uno de los más antiguos pobladores. Mis bisabuelos poblaron Mariló. El barrio que ustedes conocen.
LOM: El barrio en que vivimos.
FACUNDO: Sí. Donde ahora ustedes tienen casas hoy en Mariló había una canchita de fútbol, venía una especie de parque de diversiones itinerante, y yo me crié ahí. Me crié jugando en la cancha de fútbol que donde hoy hay casas. Estaba lo del Turquito, el almacén de la vuelta. Íbamos en bicicleta o caminando. Había muy poquitas casas. La única calle asfaltada era Galileo Galilei. Todo el resto era de tierra.
LOM: ¿Cómo es un día normal fuera de tu vida laboral?
FACUNDO: Fuera de mi vida laboral, arranco con los cachorros y termino con los cachorros y con mi mujer. Somos una especie de nudo de mimos y nos divertimos mucho.
LOM: La última pregunta es, ¿cómo conociste a los franciscanos?
FACUNDO: ¿Cómo los conocí? Me invadieron la vista. Se pusieron enfrente de mí (risas). Siempre te encontrás una buena respuesta de un fraile.